lunes, 29 de septiembre de 2008

LA REVOLUCIÓN DE LAS MENTES

POR ADMIN

El cine es un claro exponente de la dirección que está tomando la educación y los gustos de nuestra juventud. Si observamos detenidamente las grandes producciones hollywoodienses, comprobaremos que se trata de filmes a la carta en los que de antemano prima la venta y en los que las altas dosis de violencia lucran e incrementan las recaudaciones semanales, lo que desemboca en una reflexión paradigmática: ¿es el público esclavo de un determinado tipo de película o, por el contrario, está el séptimo arte subyugado al público?

Todos, en ocasiones, hemos sufrido las valoraciones de aquellos intelectuales, subcontratados por multinacionales y grandes factorías del celuloide, que consideran que el arte y la vida no son otra cosa que la condensación del talento del actor. No obstante, existe un aspecto de la vida en el que el actor y la vida son irreconciliables: el fracaso. El actor está dispuesto a dejar pasar algunos papeles por miedo a dicho fracaso. Sin embargo, no podemos olvidar la existencia de un cine paralelo y alternativo, ejemplificado por distribuidoras como Golem, que pretende – con éxito en la mayoría de producciones – evadir, emocionar, implicar y sentir al espectador. Las miserias humanas, la cotidianidad y, en definitiva, la vida mundana son aspectos del todo irrelevantes para la maquinaria hollywoodiense, ya que sus objetivos se miden en porcentajes de venta en taquilla.

Atendiendo a estas premisas, uno se pregunta qué tipo de realidad y humanización estamos cediendo a nuestros jóvenes, si el objetivo es constituir una sociedad consumista y nula en lo relativo al conocimiento y a la reflexión. La juventud actual es un barco a la deriva capitaneado por los mass media y la globalización. Hace falta entender qué nos está sucediendo.

Por mi parte, asisto desesperanzado a la hecatombe cultural cuando tengo el privilegio de contrastar qué tipo de películas han recaudado mayor cuantía de dinero en el último mes. Programo, con resignación, los filmes de moda de corte hollywoodiense y, por otra parte, acepto exhorto que sea una minoría
Las miserias humanas, la cotidianidad y, en definitiva, la vida mundana son aspectos del todo irrelevantes para la maquinaria hollywoodiense, ya que sus objetivos se miden en porcentajes de venta en taquilla.

Atendiendo a estas premisas, uno se pregunta qué tipo de realidad y humanización estamos cediendo a nuestros jóvenes, si el objetivo es constituir una sociedad consumista y nula en lo relativo al conocimiento y a la reflexión. La juventud actual es un barco a la deriva capitaneado por los mass media y la globalización. Hace falta entender qué nos está sucediendo.

Por mi parte, asisto desesperanzado a la hecatombe cultural cuando tengo el privilegio de contrastar qué tipo de películas han recaudado mayor cuantía de dinero en el último mes. Programo, con resignación, los filmes de moda de corte hollywoodiense y, por otra parte, acepto exhorto que sea una minoría la que acuda a ver las buenas películas y es que el programar las películas en grandes circuitos también refleja la parte más racional y cultural. Una película tendrá mayor o menor aceptación o éxito en función del lugar donde se proyecte, lo que nos confirma que algo no funciona como debería.

Para colmo y por si no hubiese bastante, las llamadas de móviles, las charlas y cotilleos en voz alta, el desdeño y menosprecio por la historia que les ofrece la pantalla están a la orden del día. A veces, el empresario haciendo uso de su potestad para la elección del tipo de espectador para sus salas, opta por sacrificar maleducados en pro de aquellas minorías consideradas. En otras ocasiones, el azar caprichoso propicia que se mezclen individuos de ambas índoles y con ellos empezó el verdadero espectáculo. Todo ello constituye mi propia película personal o la película de mi vida, como prefieran.
Yo sigo apostando por la revolución de las mentes.

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